Las discusiones de pareja son prácticamente algo inevitable, pues es normal que en algún punto –o en varios– de la relación se presenten diferencias. El problema puede surgir cuando estos debates se tornan álgidos y se convierten en peleas tempestuosas que sí pueden dejar heridas incurables. En medio de una disputa en la que ambas partes creen tener la razón, hay algo que nos ayuda a darnos cuenta de que estamos en el límite: nuestro cuerpo. Si aprendemos a escucharlo, podremos tener un poco más de control sobre nuestras respuestas y buscar calmarnos para encontrar una solución. Te traemos siete señales a las que hay que prestar atención para que te ayuden cuando lo necesites.
Pulso cardíaco acelerado
Las emociones como la ira, el miedo y la ansiedad que pueden estar presentes en una pelea, disparan una respuesta que hace que el cuerpo entre en alerta, lo que algunos expertos denominan estado de “luchar o huir”, o de supervivencia. Esto ocurre porque tu cerebro registra la discusión como una amenaza, ordenando a las glándulas suprarrenales a que liberen adrenalina y cortisol, las hormonas del estrés. Así, tu ritmo cardíaco, presión arterial y respiración aumentan. Si durante la pelea sientes que en vez de dialogar acabas de correr un kilómetro, esto es una señal de que necesitas detenerte, respirar y volver a un estado de calma antes de que todo se escape de vuestro control.
Mejillas rojas y sudoración
Otro efecto del cortisol y la adrenalina corriendo por tu cuerpo mientras discutes con tu media naranja es el aumento de tu temperatura corporal, lo que puede hacer que comiences a transpirar como si hicieras deporte. Dado que el flujo sanguíneo también se ve afectado, es probable que sientas que te sonrojas o que el rostro se te pone caliente, o incluso sientas las manos frías y pegajosas por el sudor. Esta es la forma que tiene el cuerpo de autorregularse y manejar el estrés, haciendo que tus glándulas sudoríparas te “refresquen”. Míralo como un termostato interno que te avisa de que las cosas se están calentando más allá de lo que puede resultar cómodo o sano. Siéntate, respira y (si es posible) permítete unos minutos para calmarte.
Memoria afectada
Esta es una de las señales que más problemas pudiera traer en medio de una discusión. En algunos casos, las experiencias estresantes pueden hacer que la memoria se vea alterada. Esto puede traducirse en que tus recuerdos pueden ser muy claros o vívidos (lo que en realidad puede ayudar a encontrar una solución) o que, por el contrario, estén completamente distorsionados o borrados. Cuando ocurre esto último, te puedes encontrar discutiendo por cosas que no ocurrieron como crees que ocurrieron, lo que genera aún más tensión con tu pareja. Si sientes que tu memoria te está fallando a causa de la ira y estás pasando por alto detalles importantes, lo mejor es que te tomes un tiempo a solas para ordenar tus pensamientos y tener los hechos claros.
Voz temblorosa, aguda o subida de tono
Comenzar a alzar la voz o gritar sin darte cuenta es una de las señales más claras de que la discusión se está tornando insostenible. Esto es una respuesta natural a las emociones fuertes: tus cuerdas vocales y diafragma se están viendo afectadas por la tensión en el cuerpo. Esto también se aprecia en un tono de voz más agudo de lo normal o en una voz más temblorosa, afectando tu discurso. Cuando te escuches hablando así, ya sabes que tienes que buscar calmarte. Los gritos no son una buena forma de comunicación y muchas veces lo único que hacen, además de hacer que te duela la garganta después, es generar una respuesta similar por parte de tu pareja, y así cuesta mucho llegar a acuerdos de forma asertiva.
Sensibilidad estomacal
Si eres de las personas que sufren de sensibilidad estomacal, habrás notado también que esas mariposas que sientes cuando estás con tu pareja parecen convertirse en un enjambre de avispas cuando la discusión se vuelve álgida. Está demostrado que existe una conexión entre el cerebro y el intestino que hace que las emociones afecten a las vísceras al quedarse con poco flujo sanguíneo. Recuerda, cuando estás en ese estado de alarma que explicamos en el primer punto, toda tu sangre va al cerebro y los músculos para prepararse para la lucha, lo que hace que tu estómago se quede, digamos, “vacío”. Esto provoca los conocidos espasmos o retortijones. Hay quienes incluso sufren náuseas o hasta diarrea. Si al pelear sientes algo así, es señal de que tu estrés está por las nubes.
Reacciones inesperadas
Cuando el nivel de ira, estrés o ansiedad es demasiado alto para manejarlo, es probable que tus emociones se desborden de una forma inesperada. ¿Has escuchado anécdotas de personas que no paran de reír en los funerales? Esta es la razón, y puede pasar que en medio de tu pelea con tu amorcito estalles en carcajadas en el peor momento. O, en el otro extremo, que comiences a llorar incontrolablemente. Ambas reacciones son naturales. La risa es una forma que tiene el cerebro de liberar estrés y el llanto es un mecanismo de defensa del cuerpo ante emociones negativas. Si te pasa algo así, significa que has llegado a un punto extremo y debes buscar la calma.
Tensión corporal
Quizás la señal más común de que tu ira se encuentra al límite sea: puños y cuellos tensos, mandíbula apretada, hombros hacia arriba… Si sientes que tu cuerpo está a punto de petrificarse, es que estás al borde de tus nervios. Se trata de una reacción natural porque tu cerebro asocia las discusiones con la confrontación física, por lo que busca prepararse convirtiéndose en una “armadura” para que no dañe tus órganos. Si no lo contrarrestas rápido, es probable que después sientas las secuelas (dolores musculares o de cabeza) hasta varios días después. Para la conversación, respira, estírate o da una pequeña caminata para volver a ser tú.