Todos nacemos igual y desde el primer minuto de vida nos convertimos en comedores intuitivos, ya que por nuestro instinto buscamos alimento. El bebé busca un pecho y llora hasta que recibe comida, pero sólo hace esto cuando tiene hambre. Un bebé bien alimentado deja de comer y no empieza hasta que tiene hambre de nuevo.
Cuando nos hacemos adultos ya no lloramos por hambre. Al contrario: en muchas ocasiones tapamos nuestras carencias emocionales dirigiéndonos a la nevera. Si nos acostumbramos a esta rutina, acabamos dándonos más de lo que necesitamos. Es en este punto cuando empieza el ciclo sin fin de las dietas, prohibiciones, obsesiones con el rendimiento, presiones y autoengaños, que incluso pueden acarrear consecuencias más serias.
Las dietas nos enseñan a limitar los deseos y a negar las necesidades de nuestro cuerpo, lo que en el futuro conduce a un colapso y a comer en exceso, ya que nuestro organismo reclama nutrientes. La alimentación intuitiva sigue el siguiente principio: dale a tu cuerpo exactamente lo que necesita, escúchalo y te sentirás satisfecho. Porque el cuerpo realmente sabe lo que necesita.
El proceso de adaptación a este estilo de alimentación requiere de tiempo, paciencia y de un duro trabajo de introspección, ya que el estómago no es el único actor implicado. Vayamos paso a paso:
1. NO a las dietas
El primer paso consiste en reconocer que cualquier dieta es dañina e inútil. Los especialistas aconsejan tirar los libros de dietas y los artículos de revistas que ofrecen falsas esperanzas, con imágenes que prometen perder peso de forma rápida, sencilla y permanente. También es importante dejar atrás todas las mentiras que te has creído sobre las dietas y que te han hecho sentir como un fracaso cada vez que tus planes han fracasado y has recuperado kilos. Si tu mente alberga incluso la más mínima esperanza de que una nueva dieta mejorada y más efectiva podría funcionar, no podrás centrarte en la alimentación intuitiva.
2. Respeta tu hambre
Dale a tu cuerpo cantidades adecuadas de energía y carbohidratos. Si esperas hasta el momento en el que sientas un hambre voraz, todos los intentos de comer de manera moderada y consciente parecerán irrelevantes en ese instante. El reconocimiento de las primeras señales biológicas del hambre es el comienzo de una amistad de confianza entre ti y la comida. Es muy importante aprender a comer únicamente para satisfacer el hambre.
3. “Haz las paces” con la comida
Si te dices a ti mismo/a que no puedes o no debes consumir un determinado producto, con el tiempo ese rechazo se convertirá en antojos que te llevarán a comer más de la cuenta. Esto puede crear un sentimiento de culpa y subidas de peso que generen un nuevo bajón de autoestima.
4. Estudia tu sensación de saciedad
Escucha las señales de tu cuerpo, sobre todo las que te dicen que ya no tienen hambre. Observa cómo te sientes cuando estás cómodamente lleno/a. Haz una pausa mientras comes y presta atención al sabor de la comida, a tu nivel de saciedad y a tus sensaciones emocionales. Valora la saciedad en una escala de 10 puntos (10 – exceso, 1 – hambre). Deja de comer cuando llegues a 5-6 puntos en esa escala, incluso si todavía te queda comida en el plato.
5. Encuentra tu factor de satisfacción
En los países asiáticos, la mayoría de la gente practica la alimentación intuitiva. Creen que la comida es uno de los mayores placeres y comen siempre cuando tienen hambre, parando cuando están llenos. Algo lógico, ya que cuando comes exactamente lo que te gusta, en un ambiente acogedor y agradable, el placer derivado de una buena comida se multiplica. Después de vivir esta experiencia, es posible que te sorprendas al descubrir que la porción “suficiente” que necesitas es significativamente menor. Disfruta deliberadamente de cada bocado.
6. Acepta tu cuerpo
Es obvio que nadie puede caber en zapatos de una talla cuatro veces más pequeña, y es igualmente inútil esperar lo mismo de las tallas corporales. Es fácil saltarse la dieta si no eres realista o eres demasiado crítico con tu cuerpo. Necesitas aprender a quererte y respetarte a ti mismo/a sin importar el número que muestre la balanza. Necesitas complacerte, vencer los complejos y establecer una relación de amistad con tu cuerpo. Una vez que te des cuenta de que tu cuerpo es tuyo, querrás mejorarlo.
7. Ejercicio para sentirte mejor
Olvídate del entrenamiento militar, pero mantente en forma. Notarás la diferencia. Presta atención a los movimientos corporales y a las sensaciones, y no a los ejercicios que son buenos para quemar calorías. Si te concentras en el efecto del ejercicio en tu cuerpo después de la sesión, puedes llegar a sentir la carga completa de energía que te ha aportado y diferenciar qué tipo de actividad es mejor para ti. Igual te viene bien acostarte sobre la cama por la mañana durante cinco minutos más o levantarte y hacer un buen estiramiento con la ventana abierta.
8. Cuida tu salud
Elige alimentos que cuiden tu salud, tu paladar y tus sensaciones. Recuerda que no es necesario que sigas una dieta ideal para estar mejor o ser mejor: lo que importa es que te sientas bien en todos los sentidos con lo que comes. Las tallas no importan, sino que seas más feliz.