El icónico cantautor estadounidense Bob Dylan dijo una vez que “ser famoso puede ser una gran carga”, y el caso de Sonia Martínez es una muestra de que, en ocasiones, llevar esa carga no es un trabajo bien retribuido. Tres décadas después de su muerte, la vida de quien fuera una de las presentadoras más queridas de la televisión española, especialmente entre el público infantil, es recordada gracias a la publicación del documental La última noche de Sonia Martínez, producido por el canal Televisión Española. En él, amigos y familiares de la madrileña se unieron para reivindicar su memoria. Esta es su trágica historia.
Sus inicios
Nacida en Madrid el 23 de septiembre de 1963, la infancia de Sonia transcurrió con normalidad entre sus estudios y su afición a la natación, deporte en el que llegó a ganar campeonatos locales. Compartía su amor por el deporte con su hermana, Irene, quien era gimnasta profesional. Sin embargo, a los 15 años decidió dejar de estudiar y nadar para ponerse a trabajar, lo que la llevó a posteriormente conseguir empleo en una peluquería. Allí, en 1982, con apenas 19 años, un conocido la convenció para presentarse a un casting que organizaría Televisión Española (TVE) para un nuevo proyecto. Gracias a su carisma, quedó seleccionada junto a otros tres chicos para 3, 2, 1… contacto, un programa de divulgación científica dirigido a niños y jóvenes.
La novia soñada
Apenas un año después ese programa se canceló, pero el trabajo de Sonia fue tan bueno que TVE la eligió para ser la presentadora de Dabadabada, que era el principal espacio infantil del canal y el que terminó de catapultar su fama. “Era una chispa, tenía una alegría en la cara y en la voz muy poco habitual en la tele de aquella época”. Son afirmaciones de Paco Carabias en el documental. Paco fue el actor que daba voz a su títere homónimo y que compartía pantalla con la joven. Por su parte, el escritor Jorge San Román aseguró que “ella era la novia que muchos chicos de la época hubiésemos querido tener”. Además, comenzó a ser invitada a fiestas de famosas celebridades españolas de aquella época, por lo que los paparazzi volcaban cada vez más su atención hacia ella. Fue, precisamente, una foto lo que marcaría el comienzo del fin de su carrera.
El shock de un cambio
En 1984, Dabadabada fue cancelado. Fue entonces cuando, de vacaciones a una playa en Sitges ( Cataluña), los paparazzi la captaron sin la parte superior de su bikini. Cuando las fotos llegaron a la prensa rosa el público quedó en shock, pues la veían como esa chica joven que hablaba cada tarde a sus hijos pequeños a través de la televisión. Sin embargo, en ese momento Sonia buscaba dar sus primeros pasos en el cine, así que aprovechó el alboroto y aceptó la oferta de la revista Interviú para aparecer desnuda en su portada. Esto la llevó a aceptar también un papel en la película Perras callejeras (1985) interpretando a un personaje bastante adulto. Aun así, en 1986 logró ser seleccionada para presentar el programa educativo En la naturaleza, también de corte juvenil. Pero ese mismo año fue fotografiada en topless otra vez, esta vez en Ibiza. Algún tiempo después se supo que ella había hecho un trato con la revista que envió a los paparazzi para ganar algo de dinero. Esto acabó cobrándose con su trabajo.
Comienza el declive
Irene, la hermana de Sofía, cuenta en su documental: “Cuando ella estaba haciendo cine, me comentó que le aconsejaron que no diese esa imagen de presentadora de programas para niños, que tenía que dar una imagen de mujer adulta, que podía acceder a películas con otra mirada”, lo que explica el por qué la presentadora aceptó esas fotografías. Tras esos desnudos, TVE no renovó su contrato y desde entonces se le hizo muy difícil conseguir trabajos. En una entrevista, Sonia llegó a decir que en realidad se trató de un despido porque “no accedí a las pretensiones sexuales de un ejecutivo del programa (…) lo de las fotos fue solo “una excusa””. Afirmaciones que su amiga, la actriz Charo Reina, respalda con sus comentarios en La última noche de Sonia Martínez.
Tragedia familiar
En medio de todo esto, Sonia sufrió otro duro golpe: la muerte de su madre a causa de un cáncer. “No había manera de consolarla… Eso la fue llevando a una depresión paulatina y que no se veía”, asegura su hermana. La joven trató de tapar el dolor con fiestas y un viaje a Nueva York (Estados Unidos) para probar con el sueño americano, pero no prosperó. De regreso a Madrid, Sonia se refugió en las drogas, específicamente en la cocaína y la heroína. “Al principio tonteaba, hasta que un día me levanté con ansiedad y ganas de vomitar, me dolía el alma… desde ese día la necesitaba (la heroína) así que desde ese momento no me ponía para colocarme, me ponía para quitarme los dolores que tenía en el cuerpo”, llegó a decir Sonia en una entrevista. Tras su declive, su padre vendió su casa y ella se quedó en la calle, donde conoció a otro drogadicto, de quien quedó embarazada.
Triste final
A los 27 años, Sonia se convirtió en madre de una niña. Pero su adicción a las drogas, el descubrir que era portadora del virus de inmunodeficiencia humana (VIH) y el hecho de que tuvo que recurrir a la prostitución porque no conseguía trabajo, hicieron que apenas pasara tres años con su hija, a quien tuvo que entregar a los servicios sociales. El gobierno le dio un año para que demostrara que podía ser una madre responsable antes de dar a su niña definitivamente en adopción. Sin embargo, no lo logró. Las drogas y el sida acabaron con su vida el 4 de septiembre de 1994, mientras estaba hospitalizada en la Clínica La Concepción de Madrid y a pocos días de cumplir 31 años. A pesar de todo, su hijo, que hizo la transición de género y ahora se llama Hugo (en la imagen), habla sobre su madre con mucho amor en el mencionado documental, el cual busca arrojar una luz sobre la oscura y trágica historia de Sonia.